sábado, 10 de enero de 2009

Reflexión de hoy


Con el tema de gozar hay mucha tela para cortar. Dios nos envía al mundo preparados para provocar y sentir gozo, porque ¿qué si no sentir y ofrecer gozo es la sonrisita que se dibuja en el recién nacido que duerme? Se dice que en ese momento sueña con los ángeles, pero el acontecimiento demuestra que Dios concede vital importancia a la placidez. Para que disfrutemos, nos entregó la exhuberancia de la naturaleza; nos hizo de tal manera, hombre y mujer, que podemos acoplarnos con la mayor naturalidad para procurarnos placer carnal, que llega a ser sublime cuando el amor funde en una unidad a la pareja. Hasta la vid fue entregada por Dios, y no la prohibió en el paraíso. El gran problema nuestro es la proclividad a caer en excesos, a procurarnos gozo malicioso, placer perverso, sin reparar en que la concupiscencia es ruina futura.

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