Enfocado con los
potentes ojos del Espíritu, el tránsito terrenal se ve continuo y
extraordinariamente claro. Mas si usamos la pequeña lupa del ego lo veremos
distorsionado y divido. La vida, siempre lo supieron los apegados a las
enseñanzas divinas, Dios la diseñó tan simple que se reduce al ahora. Nadie se
quedó viviendo en el pasado y nadie vivirá el futuro hasta que se convierta en
hoy. Por más que vanamente pretendamos otra cosa, sólo en este momento podemos
amar, aprender, reír, llorar, perdonar, agradecer, comer, trabajar, ayudar,
cantar, orar, bailar... en una palabra: VIVIR. Oh, la sencilla grandeza del
Padre, el ahora es eterno como el Espíritu, pero la compleja pequeñez de
nuestro ego insiste en dividir en tres el hoy único que tenemos para VIVIR a plenitud.