jueves, 18 de septiembre de 2008

Reflexión de hoy

Si queremos disfrutar permanentemente de la buena vida, la genuina buena vida, lo único que tenemos que hacer es realizar nuestros actos, por simples que sean, con la intención de agradar a Jesús; cada vez que lo logremos, el Padre no se hará esperar con su divina recompensa. Recordemos que los momentos de disfrute supremo de nuestra infancia se producían cuando lográbamos agradar a nuestros padres, a nuestros familiares o a nuestros maestros con nuestras “hazañas”, pues en recompensa recibíamos merecidos reconocimientos, alientos, golosinas y regalos que nos ponían en las nubes.

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