sábado, 20 de diciembre de 2008

Reflexión de hoy


El amor de Dios hacia nosotros es eterno, y qué bueno es que sea así, como todo lo suyo, para siempre. Es deber nuestro corresponderle de igual manera, manifestándole nuestro amor con todas nuestras acciones, pues el amor es el único combustible capaz de impulsarnos hasta las alturas del reino eterno, “porque tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad”, podemos leer en 1 Corintios 13:4. Los requerimientos lucen abultados, pero, si nos fijamos bien, menos los dos primeros y el último los demás son lastres que podemos quitarnos fácil de encima.

1 comentario:

Unknown dijo...

Don Rafael, cuando me sorprendo envidiándole a algún hermano algo...no me lo escondo. Es más, se lo manifiesto a la otra persona. Permanezco quieto ante la presencia del Señor, tal cual, sin pretender cambiar nada. Aguardo que El actúe a discreción. Y trato de mirarlo a El, en vez de a mí mismo, el envidioso. No parece, entonces, sugir ningún juicio ni condena.