sábado, 11 de octubre de 2008

Reflexión de hoy

Nada es comparable a confesarse, sin temor, con el Padre. La mente se despeja y todo empezamos a verlo nítido de nuevo. El alivio es inmediato. Es un error pensar que podemos esconder o fingirle a quien todo lo sabe, que es lo que hace la mayoría de la gente, con la esperanza inútil de que Dios no se entere de un pensamiento que cruzó por nuestra mente. Y ocurre que el omnisciente conoce hoy lo que estaremos pensando por el resto de nuestra vida. Él permite que todas las cosas -buenas y malas- ocurran para que usemos el libre albedrío y seamos nosotros quienes tomemos la determinación de echar a un lado lo malo y aceptar lo bueno. Confesarse abiertamente con el Padre es similar a hacer limpieza profunda en nuestra área de trabajo o en la casa.

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