Existen palabras cuyo uso debemos restringir a la mínima expresión e ideal sería eliminarlas por completo de nuestro vocabulario. Una de ellas es dolor, que rara vez suena en las conversaciones de los jóvenes, pero, en cambio, se repite de manera extraordinaria en los diálogos entre adultos que envejecen. Sabemos que los jóvenes padecen dolores, pero no se reúnen para hablar de ellos y tienen confianza en que sus padres darán con el médico que los librará de los mismos. Hagamos como los jóvenes, confiemos en el Padre. No hablemos de dolor, y la mejoría es segura.
viernes, 18 de julio de 2008
Reflexión de hoy
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