El
alma siempre puede matrimoniarse con la alegría o la pena, pues ninguna de las
dos rechaza jamás la escogencia hecha en cualquier momento por nuestro libre
albedrío, además de que siempre están prestas para aceptar un divorcio al
vapor. Estar con una u otra es decisión netamente personal. En el nombre de
Jesús, gracias por entregarme la reflexión, Padre.
jueves, 17 de enero de 2013
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