viernes, 20 de marzo de 2009

Reflexión de hoy


Para poder controlar al potro siempre salvaje del perdón hay que asumir con decisión inquebrantable que nada es imperdonable. Hacerse el propósito de jamás pronunciar “eso yo no lo perdono”. Sellar indeleblemente en la conciencia y en la subconciencia la expresión “todo lo puedo perdonar”, y empezar a actuar en consecuencia. Es perdonando de la única manera que se alcanza la paz interior permanente. La paz divina se basa en el perdón. Dios siempre es paz porque es un perdonador perenne. Si nos ofrecen la oportunidad de perdonar, aprovechemos y perdonemos con la alegría de saber que estamos imitando al Padre.

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