martes, 28 de abril de 2009

Reflexión de hoy

¿Puede la muerte de un familiar resultar reconfortante y lección divina para uno? la respuesta a esa interrogante es un sí rotundo. Lo experimenté ayer al enterarme de los últimos instantes aquí de mi prima Susana, una persona que conoció el dolor en todas las formas imaginables desde su nacimiento, a lo largo de más de cuatro décadas de una vida que entregó diciendo en su momento de delirio que hablaba con Dios y pronunciando un claro AMÉN cuando el cáncer del hígado que padecía le reclamó el último aliento. Cuando escuché esa parte del relato de su partida, la pena natural que me produjo conocer de su muerte se transformó de inmediato en vigor espiritual. Pensé que la “débil” Susanita nos dejó como lección la fortaleza que se obtiene al acercarse a Cristo, como ella lo hizo.

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