No es con el pan, es con el amor bajo el brazo que cada niño viene al mundo, el cual -cuando (ella o él) todavía “no entiende”- empieza a repartir por pila sin discriminación, lo que amerita “educación”, pues “le va a todo el mundo, y eso no es bueno”. Mientras es frenado su instinto natural amoroso, se le prepara para que sea “útil” a la sociedad, aunque lo correcto sería decir para que la utilice, pues es a competir que le enseñamos. Y competir es sinónimo de rivalizar, desafiar, disputar, luchar, combatir, pugnar, porfiar y otros términos antónimos de amar.
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