sábado, 25 de julio de 2009

Reflexión de hoy

Nada proporciona mayor felicidad que tener la certeza de que, por medio de Jesús, nuestras oraciones han sido escuchadas y que en el tiempo del Padre son complacidas. Es como recibir un abrazo sincero esperado por mucho tiempo. La carga de alegría que transportan los brazos que nos reciben y la que a la vez entregamos nosotros se funden para hacer una inmensa montaña de gozo en un instante que no es posible prolongar por mucho tiempo porque la emoción nos asfixiaría. Para nuestra suerte, la certeza de que el Padre nos escucha sí que podemos y debemos mantenerla todo el tiempo.

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