Tu amor, Jesús, jamás se pierde porque es
el amor eterno del Padre, entregado en la cruz y ratificado con la
resurrección. Por ese lado puedo estar tranquilo, no necesito pedírte lo que me has dado.
Realmente lo único que debo pedirte es paz cada vez que la pierdo, porque es justo lo que necesito para aquietar, sosegar,
neutralizar, acabar al tirano que me esclaviza: mi ego.
jueves, 29 de agosto de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario