La resurrección de Jesús no ocurrió porque
era el hijo unigénito enviado a la tierra por Dios. Se convirtió en un hecho porque Jesucristo se reconoció en todo momento como
dependiente íntegro del Padre Divino. Fue reiterativo en la divulgación de que actuaba sujeto a la voluntad del Creador. Sus reiteraciones contenían el claro propósito de ofrecernos la clave para merecer la salvación.
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