Desde siempre me has protegido, Padre. Me
dotaste con tu energía divina, amorosa, saludable, pacificadora, alegre, creativa
y entusiástica. Me diste libre albedrío, porque quieres que yo sea responsable
de mi fe. Reconozco que he fallado, no he logrado afirmar en mi pensamiento mi
total dependencia de Ti, aunque sé que no se mueve la hoja de un árbol sin tu
voluntad. Mi falla arruina mi fe y me provoca
problemas serios. Ayúdame, Jesús.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario