Vivimos
en una sociedad generadora de competencia y no de amor entre sus miembros. La
sociedad al año designa unos pocos días (de Reyes, de San Valentín, de la
mujer, de las madres, de los Padres) para que exaltemos el amor entre nosotros,
condicionándolo a la entrega de regalos y reconocimientos. Los demás días son
para competir, con buenas o malas artes, por sobresalir ante los demás. No hay
competencia que no genere tribulación entre los caídos y esto es destructivo,
porque los perdedores son la inmensa mayoría. Y la misma sociedad se encarga
luego de marginar a los atribulados perdedores. Padre, toma el control de la
situación.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario