Para dar alojamiento al
espíritu dado por Dios del cuerpo se puede hacer un templo solemne, una casa
humilde, un caserón de lujo o una destartalada casucha. Cada quien cuenta con todos
los recursos necesarios para hacer la vivienda que le plazca para acomodarlo o
ignorarlo. El espíritu no exige nada, pues su misión es servir y dar vida durante
determinado tiempo desde el lugar que lo coloquemos, y en cualquier circunstancia. Gracias, Padre.
jueves, 4 de septiembre de 2014
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