Dios no nos creó para
humillarnos. No puso en nosotros un espíritu que es su imagen y semejanza para
humillarlo. Pero, de eso podemos estar seguros, en algún momento quebrantará o
abatirá sin contemplaciones al ego perverso que es creación exclusiva de
nuestro libre albedrío que mancilla la creación original.
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