El
calor del sol y el frío del hielo se armonizan en lo alto. El primero radiante
despliega su luz y el otro se mantiene firme para reflejarla en el manto albo
del escenario espectacular de la montaña. En el nombre de Jesús gracias, Padre,
porque apreciar lo que la naturaleza nos brinda lleva calidez al alma,
independientemente de la crudeza del invierno.
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