Tengo
que insistir en tu ayuda, Jesús, para librarme del ego. Mientras más conozco de
su ejercicio tiránico, y de qué es lo que realmente lo alimenta, mayor es mi
rechazo. Pero es un enemigo fuerte, muy fuerte, que no da tregua. Mas Tú lo
venciste, Jesús, y sé que puedes arrancarlo de mí. Gracias.
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