Ahorrar, no consumir o guardar sin usar nuestro bien espiritual tiene un efecto mucho más devastador que malgastar, dilapidar, botar o desperdiciar los recursos y bienes materiales que adquirimos. Padre, gracias, en nombre de Jesús, por provocar que yo piense en esa extraordinaria paradoja que me motiva al derroche de mi bien espiritual que debo hacer para alcanzar la vida plena.
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