Jesús,
qué maravilloso es conocer cabalmente que bajo el dominio del espíritu puesto
por el Padre en mí nada ni nadie puede lacerarme, dañarme interiormente.
Gracias por hacer que yo efectivamente me percatara de la certeza que hoy puedo
exponer sin ninguna duda. Puedo hablar, con conocimiento de causa, de la paz
divina.
martes, 23 de octubre de 2012
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