Nada es tan valioso para ti, Padre, como la obediencia. A cambio de ésta entregaste el paraíso con toda su abundancia y belleza. A cambio de obediencia llevaste a tu pueblo a la tierra prometida. Si algo más hay tan valioso como la obediencia para ti jamás sería el oro, sería la humildad. No en vano Jesús caminó por la tierra obediente y humilde siempre. En nombre de Jesús, gracias, Padre, por tu enseñanza.
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