Padre, gracias por mostrarme lo que significa tener fortaleza de espíritu cuando el cuerpo está enfermo, envejecido y débil. Gracias por permitirme vivir la emoción de escuchar a mi tía Gloria responderle con la paz de la seguridad al médico que le atiende: “bien, yo me siento bien”, para sorpresa mayúscula del profesional que acababa de describir un cuadro totalmente crítico del estado físico de su paciente.
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