Mis grandes apetencias de hoy son alabarte, como nunca nadie lo ha hecho, y agradecerte, como nunca nadie lo ha hecho. Aunque sé que no es posible lograrlas -millones de alabanzas y agradecimientos te llegan en cada momento- me siento bien porque son pretensiones excelsas que, como tales, regocijan el espíritu y dan firmeza y energía para seguir a tus órdenes.
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