Gracias en el nombre de Jesús, Padre, por
demostrarme sin margen de duda que el silencio siempre resuelve y opera para
bien en las situaciones más difíciles. No existe incomodidad que el silencio y
la respiración pausada y profunda no dominen. No existen palabras que superen
al silencio para neutralizar los momentos álgidos.
martes, 10 de febrero de 2015
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